
Dicen que ha dicho Ken Loach que ésta puede ser su última película, pues a ver si es verdad. El director ingles, declarado trotskista y militante cinematográficamente de una tendencia política poco agradecida, hace ya mucho tiempo que, de la mano de Paul Laverty en el guión, ha perdido la frescura de sus antiguos filmes «antitacherianos«. Buscando renovadas formas para su discurso, inevitablemente siempre ha acabado muy por debajo de su propia historia.
En el trabajo que ahora se estrena «Jimmy’s Hall«, se reconoce al Loach reivindicativo y como siempre tendencioso, quizás buscando una dulcificación de su discurso, algo que puede lograr en las formas, el fondo sigue siendo el mismo.
La película nos traslada a los violentos enfrentamientos civiles y no civiles, que originó la independencia de Irlanda del Reino Unido. O la parcial independencia solamente, porque visto con la perspectiva histórica correspondiente, al final la conclusión ha resultado la de un país dividido, tras décadas de violencia brutal.
El filme se basa en la supuesta vida y milagros de un tal James Gralton, activo comunista en la recién estrenada independencia. Jimmy pretende a través de un salón cultural, dar salida a la formación de un pueblo campesino sumido en la ignorancia, el atraso y en fin, el aburrimiento. Las clases predominantes nunca permitirán una peligrosa culturización de sus «siervos«, aquellos que utilizaron para sus fines secesionistas, por muy nobles que fueran estos fines.

Lo que nos revela la aparente y falsa unidad de la ciudadanía; cierta ante la existencia de un enemigo común, tan solo una década antes, pero totalmente dividida —como siempre— cuando éste desaparece. La lucha de clases permanece intacta, con dictadores o sin ellos. El enfrentamiento de los trabajadores con los poderes económicos, o la cansina omnipresencia de una iglesia inmovilista, aparecen en cualquier paisaje y paisanaje.
Un relato que se me antoja muy parecido por estas tierras. Casas del pueblo frente a catequesis rancias, desahucios sin excusas, acumulación de riquezas impunemente, eliminación cultural para los que no la puedan pagar, amenazas laborales, y eliminación sistemática de cualquiera que con aspecto de líder trate de cambiar los privilegios de las diferentes «castas«, como diríamos ahora.

Toda esta retahíla de denuncias, que en otro tiempo el ya anciano Ken Loach, nos hubiera escupido a la cara de los conformistas espectadores, aquí se hace un amable relato con ínfulas históricas —por cierto, históricas para los irlandeses, porque a los demás nos resulta muy poco didáctico—, queda más cerca de una dramatización romántica, que de un testimonio revolucionario.
Una realización atractiva y unos personajes en su sitio, no salvan un guión confuso en lo histórico, deslavazado en su componente humano y aburrido cinematográficamente. Creo pues, que sí, que el bueno de Ken Loach, aunque sea mercancía que venda bien en los festivales, debería ir cerrando el garito. Quedaría muy digno.
Qué cruel Angelito!
Aun así totalmente de acuerdo con lo que apuntas. Película simpática y almibarada cuyo discurso reivindicativo se pierde poco a poco.
Saludos ;)
Me gustaMe gusta
Será que mañana es lunes :(
Me gustaMe gusta