
Y es que la historia se repite a menudo, un director con cierto prestigio, –en este caso italiano–, vende su alma al diablo del mercado, y hace un trabajo tan poco personal, que bien podría haberse producido en los omnipotentes USA, pensando en los omnipotentes USA.
Me produce un inevitable bochorno, ver en los créditos que todo el trabajo que queda en segundo plano, –incluida la producción o propio el director–, corresponde a los vecinos transalpinos, mientras que la factura del film, con prestigiosos actores internacionales (o sea, extranjeros, que no debe haber italianos), temática y localización puramente anglosajona, nunca nos haría prever la procedencia de la película. Y es que eso, parece que vende mejor, (los “PIGS” no están de moda).
Aunque personalmente hace tiempo que perdí la pista de Giuseppe Tornatore, esperaba algo más particular (la verdad es que me quedé con aquella maravillosa «Cinema Paradiso«). «La mejor oferta» me recuerda demasiado a ese «sub–género» medio aristocrático; más afín a los rancios abolengos británicos y centroeuropeos, que a un autor mediterráneo.

«Lo que queda del día«, o el Losey en su época inglesa, o más recientemente esa del rey Jorge no sé qué número, (aquel con problemas de dicción), pueden servir de referencia de lo que estamos hablando. Y es que ese ambientillo, con olor a naftalina, parece que gusta al gran negocio. Así que nos olvidamos de cuestiones serias y vamos a producir mercancía.

El film se ve muy agradablemente, aunque (aún después de conseguir ver una traducción decente) me ha parecido de una interpretación engañosa. Lo que parece una reflexión sobre un personaje, –o toda una clase social–, ególatra, soberbio y solitario, al que se le derrumba su mundo al aparecer su lado humano, como consecuencia de un enamoramiento tortuoso, termina resultando al final una copia de segunda mano, más parecida a las intrigas de Hitchcock o Polanski, que a una hipótesis sobre la falsificación de nuestras propias vidas, asemejándolas al mundo del arte, que es lo que parece que se insinúa a lo largo del metraje.
Un desenlace simplón y totalmente previsible, desvela definitivamente la superficialidad del film, lo que le hace perder cualquier incipiente interés que se haya despertado durante la proyección. Una pena porque el tema prometía

A una dirección de arte o una puesta en escena excelentes, acompañan un trabajo de actores correcto, con un Geoffrey Ruch, sobre el que recae todo el peso de la historia, excesivamente impasible, tanto en sus momentos fríos –muy acertadamente–, como desafortunadamente en los momentos emotivos, en los que logra no transmitir nada. Los demás, meros comparsas, están ahí porque alguien tenía que darle la réplica. Vuelvo a echar de menos la pareja Hopkins-Thomson (sí, soy un antiguo con prejuicios).
Y ahora no coincidimos, a mi me gustó mucho, ya sabes y esa especie de copia al suspense me gustó también. Ya se veía en ese plan en LA DESCONOCIDA, otra de él que te recomiendo ;)
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Dialo, no respondo anónimos :)
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jajajajajajajajjajajajajajjajajajja y cómo demonios lo sabes? jajajajajajaja
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