Bicicleta, cuchara y… no me acuerdo

Estamos, diría yo, que demasiado asustados por la muerte y por lo diferente, tan asustados que hemos consensuado convertir el tema en un tabú. En realidad yo creo que soy inmortal, de momento. Mejor mirar hacia otro lado.

Así, que cuando el natural, o accidental, deterioro de este envoltorio con caducidad que es el cuerpo, empieza a dar problemas, salta la alarma. Hay que arreglarlo, esto no se puede acabar de esta forma.

O sí. No solo se puede acabar sino que se va a acabar. ¿Porqué entonces no reorientar el esfuerzo en “bien subsistir”, en vez de “acabar más tarde”?.

Así entiendo el mensaje que trata de trasmitir el documental “Bicicleta, cuchara, manzana” que el político Pascual Maragall ha querido que se ruede durante los dos primeros años posteriores al diagnóstico de su enfermedad de Alzheimer.

Aunque podamos poner en duda si es ético que un político militante pueda utilizar su propia y fatal enfermedad como consolidación de su figura y por tanto, indirectamente, de su partido. Aunque los medios económicos dispuestos para este trabajo superen sospechosamente a los empleados en otras producciones independientes similares. Aunque el film acabe ofreciéndonos una equivoca imagen de enfermo privilegiado. Y aunque el protagonista desaparezca de la narración cuando comienza la etapa más jodida para todos, el mensaje de optimismo (durante el período que refleja la narración) prevalece en todo momento,… menos en los que, seguro, intencionadamente han evitado los autores.

Y esto es a lo que iba, la aportación a un no volver la cara a la enfermedad, ésta o cualquiera, incluido su desenlace final. El tratar de mostrar cómo asumir con la mejor disposición posible un episodio doloroso pero natural, –que es difícil, no estamos educados los judeocristianos–, creo que es la mejor contribución de un film que, por otra parte, no acaba de convencer. Diluido en una buena realización, más interesada en la forma que en el fondo, que evita deliberadamente los episodios más duros y conflictivos. Quizás un testimonio más completo, pero más chungo, hubiera sido posible dentro de tres o cuatro años, ¿demasiado chungo?.

Presentación de «Como un dios que ya no ampara«

Ejemplos en el cine sobre la aceptación, –la dura aceptación–, de enfermedades sin solución los hay magníficos, “Las alas de la vida” sobre los años finales del doctor Carlos Cristos, o el reciente cortometraje “Un dios que ya no ampara” relato del periodista Miguel Mena desde su punto de vista como padre. Y como no, también oportunistas melodramones tipo “Mar adentro” –con excelente taquilla casualmente–, por citar algunos.

Nos quedan aún los más importantes, los cientos de casos anónimos, donde el dilema se resuelve atado a una silla en cualquier residencia impersonal, (y por cierto carísima), donde los enfermos vegetarán hasta el final, en el misterioso mundo de sus incógnitas nebulosas.

¡Pero qué bonito es todo en el cine!

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Un comentario sobre “Bicicleta, cuchara y… no me acuerdo

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  1. La verdad es que tu comentario sobre el documental se orienta y con mala leche hacia su protagonista y además con mala leche. Se ve que no lo conoces en nada Una pena. Te interesa ver sangre ? mírate una de Rambo. Es legítimo que no te gusto o no te interese… pero creo que te pasaste un par de pueblos.

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