Camino. Una de vampiros

Todos líderes políticos saben que el miedo es la mejor arma para someter a la sociedad. Es posible que no haya pasado ni un segundo de mi vida sin el temor a algo, de trabajo, de salud, de seguridad,… siempre hay algo o alguien amenazante, que prohíbe todo lo prohibible. Y ese algo o alguien conllevan en el mejor de los casos a la autorepresión, la nula autoestima, la sumisión. Un vivir de rodillas para el provecho de una minoría “elegida”.

Las religiones como instrumentos de poder ( $ ), sobretodo en sus extremos más fanáticos, no son ajenas ni mucho menos a este tipo de manipulaciones, más fáciles de llevar a cabo con los supersticiosos, producto de una incultura programada, que con los “descreídos”, que, de todas formas, ya caerán por otro lado.

Estas reflexiones vienen a cuento, naturalmente, porque he visto una película de miedo, como es habitual en mí, con dos años de retraso, pero con plena vigencia, a pesar de las licencias poéticas que el director se haya podido tomar, posiblemente por suavizar la exposición, y posiblemente también por temor, porque hacer esta película se convierte en un desafió al valor.

El cine, o género, de terror cuando se excede en fantasía suele producir risa en vez de miedo. Requiere pues, como todo, que nos sintamos identificados con los acontecimientos, que aquello tan horrible nos pueda pasar a nosotros, aquí y ahora, sentirlo cercano. Y si como es este caso, experiencias parecidas, con personajes similares y montajes idénticos han sido ya vividos, el miedo se convierte en auténtico pánico. Más cuando sabes, que en estos temas oscurantistas, la realidad supera la ficción, y que lo que estamos viendo es solo la parte de la maquinación que nos dejan ver.

Ah! se me olvidaba, la peli de terror que he visto ha sido «Camino» de Javier Fesser… y no es coña.

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2 comentarios sobre “Camino. Una de vampiros

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  1. Leí un comentario de un lector argentino que criticaba duramente esta película, calificándola de exagerada y de buscar el morbo, no admitía ciertos comportamientos ridículos. No sé el conocimiento que tenéis por ahí del Opus Dei, pero cualquier exageración queda corta con la realidad. No creo que se trate tanto de la desgracia de la protagonista como de retratar a la “Obra” de monseñor Escrivá. En fin, cosas de por aquí.

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