
Nos llega a las pantallas la película de Ben Affleck, «Argo«, dicen que basada en «hechos reales» (otra vez la frasecita), y en forma de aventuras policiaco-políticas, nos relata las peripecias de una parte del personal diplomático estadounidense destacado en Irán, allá por 1979, cuando el Ayatolá Jomeini, encabezó la revuelta que acabó con la cómoda dominación occidental en Persia.
Una parte de los funcionarios americanos atrapados en la revuelta, fueron rescatados por la CIA, fingiendo el rodaje de una película en el país rebelde, acudiendo para ello a los servicios de expertos productores de Hollywood, para realizar un verdadero film que nunca se filmó. Y no sé porqué, esta argucia ya me suena de haberla visto no hace mucho. (¿La cortina de humo?)
Aparte de lo original o no del argumento, o del acierto en el desarrollo del trepidante film, (por supuesto, los dichosos «hechos reales» pasan, a dios gracias, al servicio de la imaginación del guionista), la película, que se nos presenta a modo de docudrama, sí que nos ayuda a comprender, treinta años después, una serie de posiciones políticas, que nos han vendido unilateralmente, siempre desde este lado del escaparate. (Opinión muy personal, porque en realidad es solo un puto thriller entretenido)

Así, en las primeras imágenes –las más interesantes–, se nos ubica en la raíz del problema, que no podía ser otro que la explotación de los recursos naturales de la zona, –petróleo claro–, por parte de los países occidentales, apoyados en el gobierno títere del Sha, corrupto y dictatorial, y yo que sé cuantas cosas más.
Evidentemente fue uno más de los sucesos revolucionarios que ocurren a menudo, cuando se rompe la cuerda que aprieta inmisericorde a la población. Parece que solo es cuestión de que aparezca un líder con el suficiente carisma, y un discurso lo suficientemente sencillo para que todo el mundo lo entienda. Cuando ocurre, ni las buenas palabras de la falaz diplomacia, ni la fuerza de los belicosos dólares, pueden hacer frente a la masa de un pueblo que convencido, o por convicción, despierta de su explotación.
Ineludiblemente el péndulo se va al otro lado opuesto, y el remedio acaba siendo tan malo como la propia enfermedad.

Casos como el de Irán, se vieron continuados en esa misma zona, con Sadam Hussein en Irak, Osama bin Laden en todo el mundo islámico. Y el conflicto sigue.
Desde la perspectiva política que nos da la película, entendemos quizás mejor, la represión a directores como Panahi o Kiarostami, entendemos situaciones como la que refleja «Nader y Sinim«, y que en realidad no solo son una condena a un fundamentalismo medieval, sino principalmente una postura pro-occidental, que devuelva a las clases acomodadas a la situación anterior a la revolución, que entre veras y bromas nos cuenta Ben Affleck.
Por supuesto, y sin que sirva de spoiler –la historia está ahí fuera–, aparentemente vuelve a ganar Superman. Pero mirando al pasado, todos los países que lograron su independencia (más o menooos), tienen a sus referentes violentos inmortalizados en las plazas públicas. ¿Cual será el siguiente?.
Pero no olvidemos que una película es sobre todo una película. Para hechos reales están los documentales. Y como película, aunque no sea profunda, es muy entretenida, el sentido del tempo cinematográfico es perfecto. Affleck se ha convertido en un gran director. Y al menos no es de la simpleza occidental de Lo Imposible. Más no se puede pedir a Hollywood
Me gustaMe gusta
Desde mi punto vista de espectador que va a ver la película sin tener ni idea, me pareció que estaba «bien hecha». Buen ritmo, buena ambientación, buenos actores, y bien situada en el tiempo y geográficamente. Y lo que menos me convenció es la historia en si misma, porque me pareció inverosímil eso de que se monten el rollo de hacerse pasar por miembros de un equipo de rodaje para salir de aquel trance, con la que estaba cayendo en Irán en ese momento. ¡Y resulta que, al final, me entero de que eso era verdad!. Eso de que la realidad siempre supera la ficción es cierto muchas veces: hasta llega a ser más increíble.
Con respecto a los cambios que hubo en Irán, como bien dices la cuerda se tensó demasiado con el Sha Palevi y acabó rompiéndose a favor de los integristas del ayatolah Jomeini, un personaje que, visto desde occidente, llevó al país de guatemala a guatepeor. Y ahí están por libre, ahora con sus experimentos atómicos y bajo la atenta vigilancia de Israel y los USA, con muchas posibilidades de que les monten otra guerra tipo Irak dentro de poco tiempo.
De todas las formas, visto como están evolucionando las «primaveras árabes» que empezaron hace un par de años en Túnez, Egipto, Libia y otros países de la zona, empiezo a creer que el mundo occidental (dirigido por los USA), se empeña en instaurar unos valores, en todas las partes del mundo, que no son los que quieren muchos de los países con culturas totalmente opuestas a lo que les intentan «vender». Democracia, capitalismo, igualdad, no parecen tener el mismo sentido en todas las partes. Así que habrá que pensar en que hay que convivir en un mundo diverso respetando culturas diferentes. Y que cada país se organice como quiera o como pueda. E incluso, y esto ya es más complicado, dejarles que se beneficien de la venta de sus materias primas, especialmente del petroleo.
Perdón por el rollo !!
Me gustaMe gusta
Jodo! no escribes nunca, pero cuando te pones… ;)
A mi también me ha parecido lo más interesante la reflexión a la que invita sobre las distintas formas de idiosincrasia (¿se dice así?) de cada país, y el interés del poderoso de dominar hasta sus últimas consecuencias al que le interesa dominar (Iran), e ignorara al que se la trae floja (Haiti). Eso de que fue cierto, pues seguramente solo sería algo parecido, de cualquier forma una mera anécdota.
Gracias por la visita y por tu breve pero interesante comentario
Me gustaMe gusta