Ayer comunicaron la decisión: los cines Renoir de Zaragoza y Mallorca cierran sus puertas. El motivo, el que todos suponíamos, la falta de rentabilidad de un tipo de cine por el que la empresa había apostado, y que fuera de las ciudades superpobladas, no han encontrado público suficiente. No es el primero (los pioneros multicines Buñuel le precedieron no hace mucho tiempo), ni será el último.
Es triste por partida doble, o triple. Por un lado, el más lamentable, una empresa –otra más– que cierra y más trabajadores en paro. Por otra, la pérdida de un espacio cultural, y más en este caso, donde su filosofía y su programación siempre se han decantado por un cine que primaba la calidad antes que la comercialidad. Nada extraordinario, no eran aquellos cines de «Arte y Ensayo«, ni los minoritarios cine clubes, o las casi invisibles filmotecas, simplemente evitaban el espectáculo fácil y masivo.
El tercer motivo de tristeza, sería en realidad el fundamento de esa escasa aceptación. Hace unos días un conocido premio Nobel de literatura decía: «será una tragedia que la cultura acabe en simple entretenimiento«. Y es muy respetable y necesaria la faceta lúdica que encierra el cine, pero es lamentable que acabe siendo la única posible, en un sistema en el que solo se reconoce un tipo de rentabilidad: la económica.
No es un cambio de modelo de explotación, como ocurrió con la desaparición de las grandes salas –algunas de ellas de verdadero valor arquitectónico, y todas de valor sentimental–, el problema aquí, es la negación de unas películas que pretenden algo más que epatar con novedades tecnológicas (aún a costa de recurrir a infinitos remakes), o las manidas adaptaciones literarias de best sellers y comics, con incontables secuelas, precuelas y recuelas.
Tampoco hemos de olvidar algo, que los propios empresarios parece que sí han olvidado: la oferta basada en las nuevas tecnologías, donde los más espabilados –el gordo– han dado sopas con honda a toda una industria inmovilista.
Seguramente no será más que otra etapa de la fría evolución, pero, sí, algo se muere en el alma…
Vivo en Cáceres y si te diera un opinión superclara del cine de mi ciudad me deportan. Totalmente de acuerdo con tu texto. Lo mejor de mi ciudad la Filmoteca y encima en un enclave perfecto. Espero algún día acabar allí y darlo todo.
Un abrazo.
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Pues ánimo, que todo es ponerse. Yo siempre digo que siempre acabamos donde hemos ido, y tu, me consta, sabes donde vas.
Otro abrazo
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Maldito THE END!!!
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Fue bonito mientras duró
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