
Empezar diciendo que no me gusta el boxeo y que Robert Wise no es santo de mi devoción, parece que no ayuda. A pesar de esto, a mi juicio, “The Set-Up”, traducida como “Nadie puede vencerme” (¿?), es la mejor película sobre el tema en torno al mundillo del cuadrilátero, que tan de moda estuvo en su tiempo.
Quizás el secreto sea que no es una película sobre boxeo, sino una película sobre boxeadores. Con una producción barata, típica de la serie B de la RKO, con unos escenarios mínimos, pero bien aprovechados por una sobresaliente fotografía, nos narra la historia de siempre alrededor de los tongos, los mafiosos y los dignos púgiles que se niegan a aceptar la corrupción. Todo muy manido. La diferencia con producciones similares, —aquellas películas para rellenar los programas dobles con sus escasos noventa minutos—, es la magnífica forma de encarar la trama sobre un veterano púgil, su sufrida mujer y su jubilación a la vuelta de la esquina.
En todo momento el espectáculo pugilístico que aquí se nos muestra no es espectáculo, es sadismo con unos incautos con ilusión por salir de la miseria. De forma que el film acaba convirtiéndose en un alegato anti-boxeo. La dirección, la fotografía, la ambientación o el ritmo narrativo son sobresalientes. La dureza en su discurso, resulta escalofriante a la vez que conmovedora.
Curiosamente el mismo director, un tiempo después, repitió el tema con “Marcado por el odio”, en este caso, tanto el desarrollo como el “happy end”, parece que nos dice que algo le contaron desde las oficinas del macartismo sobre sus coqueteos con el realismo social, que hizo dulcificar el discurso del director, hasta convertirlo en el espléndido realizador de los musicales más comerciales de Hollywood. La intimidación que denuncia en éste brillante film, parece que sí hizo efecto en su persona.
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