
Con la desaparición del régimen dictatorial, la manifestación de ideas de todo tipo no se hizo esperar. Tampoco en el cine, donde temas, desde la política, hasta el sexo, pasando por cualquier otro, se apresuraron a salir de la clausura obligatoria con los dos pies. Unos con intenciones puramente crematísticas, otros políticas y en muchos casos meramente artísticas.
Uno de los cineastas pioneros en aportar al descaro prohibido, fue el catalán Bigas Luna, que rápidamente se erigió como líder de la provocación sexual, y más allá. Desde sus primeros filmes, una amalgama de filias, fobias, o manías con sus respectivos maníacos, hicieron el sello de identidad del director.
El trabajo del catalán, eso sí, nada tiene que ver con el cine erótico de aquel triste “destape”, que solo pretendía poner cachondos a los reprimidos ciudadanos de turno, mediante el pago correspondiente en taquilla. Bigas Luna, en esa época se fue al infinito.
En su tercer largometraje “Caniche”, nos cuenta una historia parida en su retorcida mente, en la que parece que no había arcén. La trama, linealmente cuenta como una joven pareja de hermanos, provenientes de la burguesía catalana, están ahora en la miseria. Aquella generación paterna, que tuvo todos los privilegios con los que el gobierno único se aseguraba el beneplácito de las oligarquías de las regiones más influyentes, ahora, en 1979, han desaparecido (algunos), y sus hijos, los protagonistas del film, viven miserablemente en lo que queda de aquel lujo privilegiado.
Hasta aquí, nada escabroso. Es en el cómo se cuenta la historia donde aparece la sordidez, incluso escatológica, de una educación derivada en psicopatía. El aislamiento en el decadente caserón familiar, deriva en un enfermizo triángulo amoroso entre hermano, hermana y su perro. El ocio —o vicio— se ha transformado en perversión. La forma detallada de contar de Bigas Luna, sobrevuela el morbo explícito más cínico, donde cabe la zoofilia, el incesto, la necrofilia, y por qué no la especulación y el dinero como impulsor de cualquier desvarío. Las metáforas, a gusto de cada uno.
Con los avances actuales de la beatifica moral que rige la hipócrita autocensura democrática de lo correcto, se me antoja bastante imposible que nadie se plantee un lenguaje ni remotamente parecido al de films como éste. Habría demasiados ofendiditos escandalizados. La evolución de las libertades se entienden hoy de otra forma más mojigata… moderada quería decir.
Aquella explosión de libertad llegó, como dices, tras la desaparición de la dictadura. A veces me pregunto qué tendría que desaparecer ahora para que se volviesen a vivir años como aquellos en España.
Por cierto, Bigas Luna fue un tipo tan especial que hizo un cine como el que tú traes hoy, que igual hoy no lo podría hacer, y a la vez diseñó el escenario de la ofrenda de flores a la Virgen del Pilar en Zaragoza, lo humano y lo divino.
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Reivindicando, a la vez que la imagen de la virgen, su parte «humana» rehabilitando el cabaret El Plata en los mismos años.
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