Érase una vez en… Hollywood

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Érase una vez en… Hollywood

No es nueva la afición de Quentin Tarantino en hacer sus propias historias de la Historia. Lo que nos lleva a aquella conclusión de que, lo que nos cuentan los juiciosos investigadores, o bien es erróneo, o bien una manipulada mentira directamente —condescendientemente lo dejaremos en algunos casos solamente—. Las cáusticas y disparatadas interpretaciones de hechos históricos por parte del provocador director, bien podían haber sido las que nos contaran como ciertas los medios acreditados como serios. Quentin, no lo es.

Ya el título, con eso de “Érase una vez…”, nos suena a cachondeo de aquellas películas con pretenciosas ínfulas históricas. Esta vez el ingenioso repaso va por el glamuroso Hollywood. No es la primera ocasión, ni tampoco la más acertada, desde aquel mítico “Sunset Boulevard” (que yo conozca), ha sido tema recurrente con frecuencia para aquellos autores poco proclives a las alfombras rojas.

En este caso, Tarantino toma como excusa la decadente carrera de un mediocre actor de series televisivas y espagueti western, que junto con su doble de acción, hacen una pareja en la que prevalece una fría amistad por encima de la profesionalidad. La historia discurre por los críticos años sesenta, en los que la aparición de novedosos sofismas intelectuales, produjeron una inflexión en el conservador mundo occidental,… aunque el cambio solo quedara en el de una utópica imagen juvenil.

La irrupción en la década de un cine culturalmente exigente desde Europa, la presencia del fenómeno hippie en los reaccionarios Estados Unidos, sumado a los ya clásicos y continuos escándalos en el mundillo cinematográfico, que acabó por aquel entonces con el extraño asesinato de la actriz Sharon Tate, incluida la condena de su marido Roman Polanski por abuso de menores (que todavía colea), conforman una película a modo de mosaico de la vida en Hollywood que bien podría pasar como real, pero que el propio director nos deja claro que se lo ha inventado, aunque el invento podría no diferir demasiado de lo que allí ocurriera, antes y después.

El objetivo pues del film, viniendo de quien viene, no pretende mucho, —como todo el cine de Tarantino—, un divertimento a costa de los sesudos pensadores. Que, paradójicamente, no es poco.

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Algunas vanguardias de los 60’

Pero hoy le sale regular solamente, con un metraje excesivo, un montaje cansino, y un relato anodino, sin encontrar nunca ese punto de comicidad “tarantiniana”, solamente el excelente trabajo de sus protagonistas, Brad Pitt y Leonardo DiCaprio, hacen salir a flote una película, que me temo que solo a los más fanáticos del director dejará plenamente satisfechos.

A mi se me ha hecho larga, pero ante la alarmante desaparición del cine como arte, tendremos que ir acostumbrándonos a productos de medio pelo,… aunque vengan de los cada vez más escasos y mitificados autores, esos que aún conservan un cierto respeto por su oficio.

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