
A la vejez parece que le entra la nostalgia a Pedro Almodovar, (como a todos), y decide expresarla en su última película «Dolor y gloria«, última por ahora, aunque quedaría muy apropiado que sí lo fuera definitivamente.
De forma pretenciosamente intimista, con multitud de guiños a su filmografía y algún que otro doble sentido, sobretodo, nos vende una ficción que la promoción dice basada en su propia vida. Y yo voy y no me lo creo. Sabido es que en las autobiografías uno pone solo lo que quiere y como quiere, y en las biografías otro se lo inventa.
Tampoco tendría ningún inconveniente el giro explícitamente personal de la trama, —aunque particularmente crea que lo mejor de su filmografía realmente sí esté basado en sus experiencias vitales—, pero esta película no me transmite nada. Ni emoción ni nostalgia; el ritmo lento y cansino aburre a las ovejas; la mayoría de las interpretaciones, o planas o previsibles; lo que nos cuenta sabe a descafeinado, ya sabido y sin ningún interés; y sobre el guión, creo que ya no aprende a estas alturas y además no se deja aconsejar. En fin, el clásico discurso indiferente de viejo palizas.
Como detalle definitorio de la película: si aparece la omnipresente Rosalía, aunque solamente sea un cameo, ya nos podemos hacer una idea de qué palo va. En el fondo, en el de siempre.
Eso sí, Almodovar sabe conservar esa estética propia que le acompaña en toda su carrera, aunque a estas alturas, eso sea muy poco. Hace tiempo, mucho tiempo, que el fin de sus filmes no lo veo encaminado a conseguir un producto artísticamente digno, sino más bien a mantener una recaudación rentable. Y para eso, como decía Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su Gatopardo: (algo hay que) «cambiar para que nada cambie«. Una retirada a tiempo puede significar una victoria —y no es el único, por supuesto, eh! Woody, eh! Clint—.

Mientras, que sus incondicionales sigan ahí, para que la productora El Deseo continúe su encomiable labor empresarial, y a veces artística. ¡A ver si el genio no es Pedro, sino Agustín Almodovar!.
Definitivamente el genio es el del marketing. Muy buena entrada
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Ya no me llamaba la atención, pues ahora, menos que menos. jaja
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Tienes toda la razón, estos genios que siguen y siguen por los siglos de los siglos estropean su inmortalidad. ¡Cuánto ganarían sus carreras con un ‘The End’ a tiempo!. Por cierto, lo mismo que les pasa a muchas series, que de tanto repetir consiguen fracasar.
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