Regreso a casa (Gui lai)

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Regreso a casa

El director chino Zhang Yimou, conocido por sus frecuentes participaciones en los festivales más prestigiosos, estrena por aquí su último trabajos «Gui lai«, traducido como «Regreso a casa«, eso sí, con cierto retraso y en pleno verano, que cinematográficamente lo chino no vende.

Aunque, es evidente que el cine oriental está adoptando paulatinamente, una estética y una narrativa cada vez más cercana a la forma de hacer y los gustos occidentales, seguramente consecuencia de esa globalización económica, que inevitablemente también acaba convirtiéndose en una globalización cultural. O al menos eso parece pretender el club de los poderosos.

Con todo, quedan todavía directores, que aún ciñéndose a la realidad material, conservan esa forma de contar pausada, profunda y emotiva, tan característica de sus clásicos más reconocidos. Y Zhang Yimou, sin duda, pertenece a este grupo.

El film que nos trae aquí, aunque no lo parezca, puede considerarse un film político. Queda claro que el director chino, no es muy partidario de las teorías maoístas, y esto lo refleja en su cine. Pero lejos de estilos viscerales, nos muestra su postura de forma delicada, disfrazada de historia de amor.

La acción se desarrolla en China, recién terminada la revolución del libro rojo, con sus tragedias, sus desaparecidos, y sobretodo sus traumas psicológicos, vemos un pueblo que nos recuerda a cualquiera que ha tenido que pasar por periodos violentos. En el tiempo de después, todo lo que queda es el silencio y una irreparable amnesia, productos del miedo y el dolor. Demasiado conocido en tantos países.

La película de Yimou está abierta a tantas metáforas como seamos capaces de identificar. El olvido, el perdón, la reconciliación, un cierto optimismo por un nuevo futuro, es la sensación que nos transmite, siempre de una forma pausada, sutil, delicada, como aprendió de sus maestros.

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Solo victimas

Pero también hoy sabemos a qué ha llegado aquel futuro; la globalización que nombrábamos anteriormente, ha convertido a todos aquellos países orientales, que partían de la miseria económica y las purgas políticas, en los esclavos de un mundo occidental que huye alocadamente hacia adelante, hacia ninguna parte, con su crecimiento infinito, que obliga a expoliar material y humanamente, a aquellos que creían estar liberándose de un régimen opresor, para caer en otro que ellos mismos dirán si la diferencia no termina siendo frustrante.

No obstante, y ciñéndonos al film, resulta reconfortante encontrarse con unas formas de narrar, —al nivel que queramos quedarnos—, tan distintas del alocado ritmo de spot publicitario, al que nos tienen acostumbrados los productos comerciales de las factorías multinacionales.

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