
El filme de Francois Ozon “Joven y bonita” (Jeune el jolie), nos plantea de forma atrevida la controvertida opción sexual de una joven adolescente. El conflicto entre unos impulsos naturales y unas convenciones culturales impostadas en la sociedad de la mera apariencia.
Isabelle, una joven de diecisiete años todavía, tiene su primera y esperada experiencia sexual, con resultado un tanto decepcionante; más desde el punto de vista físico, que desde el emocional. A esa edad, el experimentar los caminos del sexo –unas veces mitificados hacia un lado, otras hacia el contrario–, está por delante de los posibles sentimientos afectivos. Es el tiempo de descubrir y realizar las fantasías.
A raíz de esa primera aventura, la tentación de unas relaciones fáciles, la excitación, o la autoestima de verse valorada a través del dinero dentro de una prostitución elitista, llevarán a la protagonista a descubrir su mundo personal, que dista mucho del previsto para una joven de familia burguesa. Pero que ahora es el suyo.
El director francés, en su discurso, se limita a exponer la opción elegida por la joven, sin apenas entrar en valoraciones, ni buscar culpabilidades. Incluso podríamos interpretar una cierta reivindicación de libertad para elegir la propia vida, aunque esté mal vista en sus círculos.
Digo sin apenas entrar en valoraciones, porque detalles como la edad de la chica, o la deliberada omisión de un acercamiento serio a la personalidad de los demonizados clientes, dejan un tanto descompensada la historia. No sé si por cuestiones comerciales de no salirse demasiado del discurso oficial, falta de capacidad, o me temo, que sea el clásico mensaje subliminal de “hombre malo, mujer inocente”. Quizás haya que volver a ver “Shame”, para recordar que ni unas ni otros somos santos de piedra.
Hoy, se tiende a criminalizar política y socialmente la prostitución, haciendo tabla rasa, sin distinción entre lo que son las redes criminales de trata de personas, con el ejercicio de una actividad de forma voluntaria, por las razones que cada uno tenga.

Ni estoy en la piel de una mujer, ni mucho menos en la de una persona que se dedique a las relaciones sexuales remuneradas, es simplemente la disyuntiva que aborda el film: la prostitución como opción voluntaria. Tan interesante como cualquier otro punto de vista sobre el tema, pero quizás éste, evitado sistemáticamente por ser políticamente poco rentable. Las tragedias del sexo forzado, bien por mafias, bien por necesidad económica, parece que dan más de sí.
Y para las personas más puristas, recalcar que, efectivamente, no hay oferta sin demanda, pero tampoco hay demanda sin oferta. ¿O no?
La verdad es que entre la censura, la autocensura, lo prohibido, lo mal visto, la religión y las leyes, desde que dios le dio Moises sus diez mandamientos estamos todos sumidos en la represión y la esquizofrenia de lo que es pecado (que es lo que nos gusta) y lo que es correcto (que ya no gusta tanto, claro). Ya lo contó nuestro paisano Buñuel en su ‘Belle de Jour’.
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Y si no engorda
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Bien haces la diferencia, y en ello radica todo. Pero si exageramos, cualquier cosa que uno haga por dinero y en lo que no encuentre placer o bienestar sería, debería, ser mal visto.Pero vamos, que no, que trabaja 12 horas en algo que te hastia que si no sexo, esta bien. :/
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Yo, más de 40 años de prostitución
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