Verdades verdaderas. La vida de Estela

Verdades verdaderas. La vida de Estela
Verdades verdaderas. La vida de Estela

En estos días hemos asistido en la prensa a una de esas noticias que alegran el alma. Viene de la república Argentina, y nos cuenta cómo apareció después de décadas, uno de los niños secuestrados a una de aquellas madres y abuelas que recorrían sin descanso la plaza de Mayo, como silenciosa reivindicación de sus hijos desaparecidos, por obra y gracia de la siempre «humanitaria» política de la que suelen hacer gala los militares, cuando se ponen a hacer política.

Si en los años treinta, fue a España y su guerra civil, a quién le tocó ser el campo de pruebas de las armas y estrategias que los nazis utilizarían inmediatamente después, en la segunda guerra mundial; desde los setenta y ochenta, fue el continente sudamericano quien ejerció de instrumento —en este caso del «hermano norteamericano«—, al ser utilizados como campo de batalla en su guerra fría con la Unión Soviética y sus políticas encontradas.

Lo cierto es que hasta hoy, pocos o ninguno de los países latino americanos se ha librado de los consiguientes golpes y contragolpes militares, teledirigidos desde la famosa Agencia de Inteligencia. El resultado político no lo sé, el humano, cientos de asesinatos, desapariciones, secuestros, y un continente traumatizado por generaciones. Que era el verdadero objetivo. En eso también nos parecemos.

El cine ha abordado en numerosas ocasiones, tanto los efectos directos, como los más colaterales. Siempre, claro, una vez superada y reconducida la situación, curiosamente de la misma mano que la había organizado. La mayoría de los filmes han sido realizados en los propios países afectados, y casualmente con poca o ninguna proyección internacional (si excluimos Missing, del omnipresente Costa Gavras y poco más).

Hoy
Hoy

Una de esas películas de escasa difusión, «Verdades verdaderas«, rodada sin más pretensión que dar testimonio de una tragedia silenciosa, en 2011 nos describía de forma dramática el trauma y a la vez el coraje de Estela de Carlotto, una de aquellas mujeres que con su tocado blanco, rodearon infatigables la plaza bonaerense. El film termina con esperanza, aunque con unos números demasiado tristes.

Ayer
Ayer

Pero la noticia de estos días ha sido que esa mujer, que abanderó un movimiento que —a pesar de muchos— dio la vuelta al mundo; esa mujer ha recuperado a su nieto. El niño secuestrado, apareció con ya más de treinta años. ¿Final feliz? ¿Quién les devolverá una vida perdida?.

La película, con más vocación de denuncia que de cualquier floritura artística, se puede encontrar sin mucha dificultad en la universalidad de la red (que como el campo, tampoco admite puertas). Aconsejada solo para quienes no gusten de mirar hacia otro lado.

Mientras en otros lugares del mundo la historia se continúa repitiendo. Otras víctimas, los mismos protagonistas, y la impunidad como denominador común.

... pero hay más
… pero quedan más

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