
Aprovechando la última película de la prolífica Agnes Jaoiu —prolífica en actividades artísticas, no solo en la dirección—, aprovecho para hacer una revisión de su corta obra de solo cuatro filmes como máxima responsable.
Aunque su mayor actividad se conoce —o más bien se desconoce—, en su faceta como actriz y en la de guionista, junto con su pareja durante muchos años Jean Pierre Bacri, tanto en cine como en teatro; su trabajo como directora recoge la mejor esencia de aquel cine francés, que ha sido reconocido por ese no decir nada en concreto, y a la vez describirlo todo.
Los cuatro filmes de la autora franco-argelina, espaciados curiosamente cada cuatro años, mantienen el denominador común de la comedia. Una comedia sutil, cotidiana y sobretodo amable y reconocible, donde nos describe con ese «no contar nada» (que me recuerda al maestro Rohmer), la vida insulsa pero auténticamente humana de una clase media, que a nuestra generación se nos ha planteado como meta idílica.
El dúo Jaoui-Bacri, se limita a describir de una forma naturalista y sencilla, sin ningún adorno, las venturas, aventuras y desventuras de cualquier ciudadano de la burguesía acomodada del país vecino (aquí no hay de esos, o ricos, o pobres).
En su primer trabajo, allá por el 2000, traducido como «Para todos los gustos” (Le gout des autres), ironiza con esos nuevos ricos, incultos y kitch, acomplejados ante una juventud muerta de hambre, que se desenvuelve ¿libre? en el mundo del arte, y que parece que se alimenta de sus discusiones sobre Ibsen y poco más. Aunque la ironía sobre ambos mundos acaba redimida por la amabilidad de la directora. Estamos en una comedia.
En su segunda aparición por la dirección, «Como una imagen” (Comme une image), el sarcasmo sobre el endiosamiento que parece producir la cultura, o el arte, o ambos, dan pié a una mayor profundización sobre la importancia de las relaciones familiares. Aunque ambientada en el mundillo de la literatura, resulta extrapolable a cualquier otro ámbito vampírico.

Tras sus cuatro años correspondientes, ”Háblame de la lluvia” (Parlez-moi de la pluie), sin abandonar sus suaves enredos, introduce la figura del político arribista, y como contraposición al inmigrante marginado; ambos ante un tercer artista de pacotilla. El tono amable del cine de Jaoui, no quiere esconder una cierta complicidad personal. Aquí, por ejemplo, me resulta muy significativo que el personaje marginado sea precisamente un muchacho magrebí. Imaginaciones mías.
Y llegamos a la excusa para el post, «Un cuento francés” (Au bout du conte) de 2013. Aunque parece que la relación sentimental con Bacrí terminó no hace mucho tiempo (esto lo he leído en la Wiki francesa, eh!), su relación profesional continúa intacta. Y como tal, enfocan la obra como de costumbre, dentro de esa comedia tan francesa, en la que con un guión plagado de acertados gags, vuelve a describir irónicamente el mundo artístico —ya decididamente fracasado en los adultos, ya preñado de ilusión en los jóvenes—; los florecientes, aunque más que sospechosos mundos de los negocios burgueses; y siempre, como hilo conductor, las complejas relaciones familiares. El trasfondo de un cuento de príncipes y princesas que subyace en el film, algo tendrá que ver, pero yo soy poco perspicaz, así que lo dejamos ahí.

En definitiva, una cineasta, o una pareja de cineastas, poco o nada conocidos fuera de su entorno, que hace un cine, el cual, hereda las mejores esencias de la escena francesa. Centrado en el sutil humor y la descripción aparentemente sencilla de la complicada vida y sentimientos cotidianos.
Sin ser ninguna vanguardia progresista, no cae (apenas) en esa idílica tendencia ñoña, en la que desde hace unos años persiste el cine galo, quizás solamente buscando repetir el éxito de algunos filmes que evitaré nombrar para conservar amistades.
Larga vida pues a la pareja —o ex pareja—, aunque sea en esa medio «clandestinidad» que otorga el éxito moderado.
Deja una respuesta