
Como siempre que se adapta una novela de cierto éxito al cine, la polémica está servida. En este caso, el paso a la pantalla grande del bestseller de Noah Gordon «El Médico«, no ha sido menos. Que si falta, que si sobra.
Como en todas las obras cuyo objetivo principal es el mercado, aquí el tema es lo de menos. Se trata de ofrecer un producto atractivo que entretenga las correspondientes dos horas —en ésta, y media—, de la forma más honesta y efectiva.
En efecto, con producción alemana, —que parece de Hollywood, pero más barata—, el director Philipp Stolzl consigue un producto comercial, que nada tiene que envidiar a las grandes superproducciones norteamericanas.
El tema: las aventuras y desventuras de un joven inglés, que decide, allá por el siglo once, interesarse en las artes médicas, y para lo cual debe emprender un azaroso viaje hasta la lejana Persia, donde allí, la cultura y la ciencia eran entonces las más avanzadas. La película aprovecha para mostrar sutilmente las grandes diferencias entre aquella civilización oriental y los primitivos pueblos europeos; como contraste con un presente que lamentablemente nada tiene que ver.

La historia no debería dar para más, así que no entramos en la fraternal convivencia entre musulmanes, judíos y cristianos, o las atrocidades fundamentalistas entre musulmanes, judíos y cristianos. Y lo buenos que son unos y lo malos que son otros.
Lo más interesante del film es pues el oficio que desprende la adaptación. Sin caer en la tentación de ser una mera reproducción exhaustiva del original, sabe escoger los pasajes precisos para hacer una narración nueva, francamente amena.
Y como decía al comenzar, la cansina polémica de siempre entre «noveleros» y «peliculeros«: que si faltan unos personajes, que si no hay profundidad en otros… el cuento de siempre. Mi consejo —que no me ha pedido nadie—, si has leído la novela, no veas la película; y si ya has visto la película ni se te ocurra leer la novela. De nada.
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