
Que la pobreza en el llamado tercer mundo es una realidad inhumana, es un hecho incuestionable. Que la globalización es un eufemismo de imperialismo económico, tampoco hay duda. Así, hay que considerar como un ejercicio positivo, la difusión de la precariedad de millones de desafortunados, que están atrapados en la creciente brecha entre las clases «ricas» y «pobres«.
Nada nuevo pues en esta producción británica, que se desplaza hasta el archipiélago filipino para contarnos su historia y mostrarnos, de paso, su triste paisaje.
La fórmula habitual en estas repetidas denuncias, varía desde el documental puro y duro, hasta una dramatización realista de situaciones ficticias, que muy bien podrían ser verídicas. Ambas opciones han dado excelentes resultados en numerosas ocasiones —y no por mucho repetir resultan excesivas, mientras la explotación siga impune—.
Pero hay otra tercera vía en la que se desenvuelve la susodicha temática: la «pornomiseria«. Y aquí es precisamente donde podemos catalogar al film de Sean Ellis, «Metro Manila”. Y ésta no me sirve.
El cacao mental del director nos descubre después de más de una hora de proyección, que lo que pretendía era hacer un thriller, pero que el guión solo le daba para poco más de un cortometraje; de forma que se dedica a jugar al despiste de la reivindicación social, tocando sin ningún escrúpulo, los tópicos más manidos y menos sutiles, para dar un vistoso giro policíaco final hacia su propósito… si es que en realidad tenía alguno.

Hay alguien éticamente tan reprobable como quienes fomentan la miseria y la desigualdad entre los pueblos y las clases sociales, y son aquellos que se aprovechan de ello como aves carroñeras.
Lo dicho, simple «pornomiseria» en su más puro y lamentable estilo, por muchos premios «indie» que recoja.
No solo no te ha gustado, sino que te ha enojado. Los golpes bajos que algunos directores usan a diestra y siniestra ¿no? Pues yo no lo corroboraré, mejor no la veo ;)
Me gustaMe gusta