Gloria

Gloria
Gloria

A veces las buenas películas, —cómo esta “Gloria” del director chileno Sebastián Lelio—, no hablan de nada especial, no relatan historias ingeniosas ni originales, ni siquiera aventuras excitantes; su lenguaje tampoco es espectacular ni virtuoso. Simplemente consiguen conectar con una serie de individuos que se ven reflejados, a sí mismos o a personas cercanas, en aquellas vidas que se cuentan. En presente o en futuro.

Parece que el éxito de nuestros tiempos, en los que se ha reivindicado hasta la saciedad la “libertad individual”, ha consistido solamente en llegar a la “soledad individual”.

La filosofía con la que hemos sido educados —o hemos educado—, de una forma subliminal, nos ha llevado al convencimiento de que solo en los años de juventud, (para entendernos, los que se tiene capacidad de trabajar más y de cotizar más impuestos), deben ser aquellos dignos de atención por la parte “racional” del sistema, tanto económico como social. Una selección que se ha ido extendiendo desde la competitividad de los mercados, al terreno sentimental.

La libertad —como decía— se ha convertido lamentablemente en sinónimo de soledad. Y la madurez y su incipiente falta de autonomía, económica en unos casos, o sentimental en otros; es uno de esos fastidiosos estados que hay que apartar en guetos, eso sí, de distinto nivel de molestia. Muy civilizadamente.

Pero el fenómeno que aquí se denuncia, reflejando únicamente los problemas en una cierta etapa de la vida, (aquella de “era, pero parece que ya no soy”), tristemente está resultando contagioso a todas las edades. La desestructuración de cánones caducos, queda reemplazada por la desestructuración con cánones modernos. Los individuos de cualquier estamento que se buscan, que se repelen, que se encuentran, que se desencuentran, o que ya ni se encuentran ni se desencuentran, resultan lo más cotidiano.

Gloria, 58 años, busca...
Gloria, 58 años, busca…

La protagonista del film, en edad de iniciar su salida del “mercado”, comienza el relato perdida en un refugio-discoteca para desechados del primer nivel, buscando algún apaño entre prejubilados de la vida; y acaba el relato también perdida, en el mismo sitio, sin buscar ya soluciones, pero asumiendo su situación. La individualización, el aislamiento, los new apartheid parecen conseguidos.

Aquí solo se nos muestra el modelo para personas maduras, pero los tenemos también para niños, viejos, muy viejos, discapacitados, inadaptados, tímidos, desahuciados, homosexuales, gordos, pobres, enfermos, rebeldes, parados, adictos, fumadores, no fumadores, inmigrantes, emigrantes, blancos o negros,… y podemos ofertar más, es cuestión de perseverar… o conectarse a internet.

5 respuestas a “Gloria

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  1. Ahora que ha palmado el amigo Pete Seger (cuando los santos se van marchando), es buen momento para recordar aquellas «Little boxes» , cajitas todas iguales donde se pone a la gente para que todo el mundo haga lo mismo. Si te sales de la cajita, porque quieres ser diferente o, simplemente, porque te ha tocado ser distinto, adiós muy buenas, ya no existes. O existes un poco en una caja hecha a medida … para los minoritarios raritos.

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    1. Etiquetados y catalogados.
      Pete Seeger ironizaba al referirse con «little boxes» a los barrios enteros de casas unifamiliares, todas iguales, con vecinos idénticos, que vemos en las películas y series estadounidenses, como símbolo material del sueño americano. La traducción literal al castellano condujo a interpretaciones más abiertas.
      Firmado: el pedante

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