He tenido la oportunidad de ver, por casualidad en dos días consecutivos, estas dos películas que andan por las carteleras haciendo méritos para los premios de temporada, que se van repartiendo a los más aplicados en eso de hacer suculenta taquilla, «La gran estafa americana» y «El lobo de Wall Street«.
Lo que más me ha llamado la atención —incluso me ha preocupado— ha sido el hecho de que, supongo que debido a mi avanzada edad, he mezclado ambas, hasta tal punto que a las veinticuatro horas, ya no sé si era una sola película, o era una saga del tipo de los Padrinos. (Creo que son dos películas, porque las vi en dos días distintos… será una saga… o una serie).
Aun admitiendo que Scorsese no es santo de mi devoción, bien habrá que reconocer la poca imaginación que le queda al hombre, como para hacer histéricamente algo que se ha repetido docenas de veces, sin ninguna aportación a lo ya visto hasta la saciedad.
Parece que el señor andaba con ganas de rodar orgías, y como para su prestigio, hacer una porno no quedaba elegante, le ha echado millones, figuras de relumbrón, un argumento de buitres financieros (que parezca que dice algo), y completando la historia con toda clase de polvos —los de cama y los de esnifar—, consigue tres horas, tres, de aburrido esperpento. Eso sí, los desnudos de las chicas vienen con una depilación incluida muy atractiva, (aunque fuera de época, que las ingles brasileñas son más modernas). Lo peor que me ha sabido es que se utilice el maravilloso «Mercy, mercy, mercy«, en algo tan vulgar. Que poco respeto!.
Algo parecido se puede decir de la otra —da igual intercambiar los títulos—, creo recordar que más moderada en su histeria y supongo que en su presupuesto, pero cortadas con el mismo patrón, sobornos, estafas, y esas tonterías con las que se llenan los noticiarios cotidianamente y muy apropiadas para hacer chanza. Ademas en ésta, las tías no están tan buenas. (Aquí el sacrilegio es con Duke Ellington).
Quizás lo más prodigioso de la ética ésta de la rentabilidad, es cómo nos pueden —o tratan—de vendernos sus propios sistemas como simples pecadillos, que quedan en nada, que en el fondo son muy divertidos y que siguen siendo ejemplo de la cultura del becerro de oro. Quizás el título general para este tipo de propaganda subliminal debería ser “El gran cinismo americano”.
Se puede comprobar año tras año por estas fechas, que la industria del cine americano sabe mucho de esto de los lobos y las estafas doradas. (No, no pagué, «for your consideration»).
Te veo un poco desenfrenado últimamente. Ya sabes que el cine americano (USA) está hecho con mucho dinero y poco talento, en general. Pero claro, si cada año hacen 500 pelis, por lo menos dos o tres tendrán un cierto interés, solo por estadística. Lo malo es que la fórmula se va exportando a otros países, entre ellos el nuestro, pero sin la primera parte de la ecuación (la de la pasta). Y sosegate un poco…
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Bah! no creas, es lo de cada año.
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