
A propósito del revuelo que se está montando por estos lares con las reformas en educación (en realidad reformas en el modelo de negocio), se me apeteció volver a ver la interesante película “Confessions” del japonés (espera que lo miro) Tetsuya Nakashima, que conocimos por aquí a través del festival de Sitges del 2010, por cierto, parece que con bastante poco éxito.
El film, como tantos, desarrolla el conflicto educativo, entre los adolescentes y su sociedad correspondiente, es este caso, aunque japonesa, plenamente occidental. Un tema repetido frecuentemente a lo largo del tiempo, lo que significa que poco o nada se ha resuelto (Rebelión en las aulas, inglesa del 67, Elephant, norteamericana 2003, Entre les murs, francesa 2008 y un variado repertorio en el tiempo y en la geografía).
La película tiene otros componentes mucho más duros, ¿derivados de la propia educación, o simplemente inherentes al ser humano?. El odio, la venganza, la violencia del fuerte hacia el débil, y del débil hacia el más débil… la frustración, la locura. Aspectos que en su día me causaron más impresión que el tema –o excusa–, de la problemática docencia, o docencia problemática, como queramos.
Pero incidiendo en el tema de actualidad. ¿Realmente se trata de formar personas en su sentido más humano?. Me temo que no, y que nunca ha sido así. Se trata de obtener adultos adeptos al sistema, ciudadanos dóciles, que no lo cuestionen siquiera, trabajadores disciplinados, piezas eficientes del engranaje mercantilista (¿modelo “Un mundo feliz”?).
Desde que tengo uso de razón –si es que lo tengo–, los métodos utilizados han evolucionado desde una disciplina paramilitar, a la actual postura de ¿excesiva? tolerancia. El resultado varía poco: el que se adapta, se adapta, y el que no, pues no.

Si volvemos al film, en el planteamiento parece que predomina el llamar la atención del espectador, llevando la situación a puntos límite. Las confesiones desde el punto de vista de cada protagonista, nos revela una sociedad con valores confusos para el ciudadano medio, y al menos insostenibles globalmente en el tiempo. En comparación con trabajos de temática similar, el resultado parece ser el mismo en sectores acomodados, que en las clases menos favorecidas. En cualquier país calificado como “occidental” (eufemismo de capitalismo salvaje), el conflicto latente, está servido.
Porque quizás el problema que tratamos de resolver –en este caso– en un segmento de adolescentes, no sea más que un mínimo reflejo de todo un sistema social –o quizás debería decir sistema económico–, en el que el ser/persona, cede su protagonismo al ser/herramienta. Donde no se potencian otros valores que no sean los materiales, donde cualquier tipo de inclinación intelectual, cultural, humanista, es calificada despectivamente como “ocio superfluo”, y por tanto susceptible de ser suprimida si no es rentable.
Lo siguiente sería eliminar las piezas que no encajan, defectuosas, obsoletas, o ya viejas. Ya estamos en ello, sibilinamente, basta con eliminar el “taller de reparaciones”. Aquellas espartanas civilizaciones remotas, o las menos remotas nazis (alemanas, porqué no decirlo), que lo hacían abiertamente, al menos eran más sinceras.
AHHHH Angel de mi corazón. Ya sabes que en su momento este film a mí me resultó insufrible, pero sabes que ahora desde otra perspectiva y leyéndote me gusta la interpretación que le das. Sigo insistiendo que podría contarse casi lo mismo sin tanta noveleta encima y con menos golpes bajos pero ciertamente apoyo que como símbolo de lo que hemos llegado pues es digna de verse.
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Que gusto, cuanto tiempo missing!. Efectivamente a primera vista parece -es- demasiado efectista, yo la veo como más simbólica que realista. Pero luego lees en la prensa casos similares, eso si, siempre en USA, jaja.
El video lo he montado, sobre una canción un poco (mucho) contestataria.
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