
Es curioso –o no– comprobar cómo muchas veces, el compromiso de hacer bien y rentable nuestro trabajo, de agradar a quienes nos pagan, nos coarta para no tomar riesgos, para no ser libres en nuestro comportamiento. A mí me gusta decir que prefiero trabajar gratis (con muchos matices, eh!), pero es cierto que cuando debes justificar tu rendimiento, aparece la autocensura inmediatamente. Hay que gustar, o sea, vender.
Este rollo viene porque recuperando una copia del mediometraje «Life lessons«, con el que Martin Scorsese, junto a Woody Allen y F.F. Coppola, contribuyó al film «Historias de Nueva York«, he vuelto a corroborar que precisamente éste es el mejor trabajo, –para mi gusto–, del director neoyorquino. En él está el Scorsese en estado puro, con su personal estilo sin ningún edulcoramiento.
Quizás, quiero suponer, que al considerarlo una colaboración menor, y consciente de la poca repercusión de estas obras colectivas, no tuvo inconveniente en desplegar toda la energía, genio e ingenio que le vino en gana, sin ningún compromiso ajeno a su labor.

Si además, como se pretende en la película completa, refleja perfectamente ese New York cargado de mitos, sin necesidad de mostrar ni una sola imagen de la ciudad; si sus protagonistas desmontan un segmento social falso y vacío; unido a la extraordinaria carga de energía que desprenden sus imágenes, su puesta en escena, incluso su banda sonora, me hacen reafirmarme en que éste pequeño trabajo de cuarenta y cinco minutos, acaba resultando de lo mejor del sobrevalorado autor.
Seguramente, a menudo, el peso de grandes presupuestos sea excesivo para dar rienda suelta a la libertad de creación. Merece la pena re-buscarlo.
Deja una respuesta