This Must Be the Place

En el anterior post, divagaba yo solo, sobre la influencia de los fenómenos que un día fueron vanguardias, sobre su evolución o desaparición, y sobretodo, como la manipulación que la industria del arte-espectáculo, acaba haciendo de estos acontecimientos un lucrativo negocio.

Un poco por casualidad (sólo un poco), ha caído en mis ojos «This Must Be the Place«, un film del italiano Paolo Sorrentino, que en un primer momento, parecía que podía tener cierto interés.

Uno de aquellos jóvenes músicos, supuestamente provocadores, aupados al estrellato por las poderosas discográficas, se ha negado a envejecer, ha abandonado las drogas, no canta desde hace veinte años, y ya cincuentón vive pacíficamente con su mujer. Pero, vacío, dentro de su patético uniforme gótico.

Y aquí se le acaba la historia al director, a partir de un momento dado, al viejo y extravagante músico, lo embarcan en otra película. Ahora resulta que aquella vida de vicio y depravación eran consecuencia de su mala relación paternal. Bueno, vale, siempre tenemos la culpa los padres. Pero, para mayor desconcierto, no sé porqué, aparece el problema semita y los caza nazis, en una anecdótica catarsis emotivo-paterna. Y aquí ya me pierdo.

¿Que puñetas tiene que ver el hundimiento de una seudo estrella del rock, con la persecución de los responsables del holocausto judío?. No lo sé.

Lo malo es que el desafortunado guión, desaprovecha la ocasión de profundizar en esa situación frecuente, la de verse eclipsado en esos negocios del showbiz, condenados a muerte desde su nacimiento. Un tema no muy original, pero que podía haber dado de si lo suficiente. (Sid y Nancy, The Doors o Sunset Boulevard, se me ocurren).

A esto podemos añadir la estrafalaria actuación de Sean Penn, con una interpretación nada verosímil, –aunque yo no he conocido ninguna estrella del rock acabada y fundida por las drogas, y no debería opinar, no me la acabo de creer–. El penoso tono de voz al que fuerza al personaje, más que las secuelas de adicciones químicas, me recuerdan al despertar de una profunda siesta de verano. Espero que, por una vez, en la inevitable traducción al castellano, lo mejoren los humildes actores de doblaje. No será difícil.

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