Con los calores vienen las rebajas en las programaciones de las televisiones, y con ellas, bodrios infumables, y de vez en cuando piezas magistrales, eso sí, de poca audiencia, antiguas, sin efectos especiales, incluso en blanco y negro, perfectas para las solitarias madrugadas.
Para los que no nos importan estas bagatelas, tenemos oportunidad de revisar películas tan interesantes como «Hud«, rodada por Martin Ritt allá por el 63, contando con una de las interpretaciones más impecables de Paul Newman y sin duda el insuperable trabajo de Patricia Neal que le valió un merecido Oscar.
El film es un western más o menos moderno, localizado en los años cincuenta, eso sí, en el profundo y peculiar oeste, donde ahora convive el ganado con ostentosos automóviles, o la soledad de las praderas se mitiga con la música de una radio. Donde los pastos defendidos con la vida por los viejos colonos, están dejando paso a las prosaicas explotaciones petrolíferas.

Hud Bannon es un producto del paisaje y de su tiempo. Encerrados en aquel claustrofóbico desierto, las escasas o nulas expectativas fuera de la ganadería habían forjado seres rudos, a la vez que ambiciosos de todavía no sabían qué.
Martin Ritt no nos narra una aventura más, aprovecha para profundizar en los personajes y sus circunstancias de la América más escondida. Bajo la estructura de una familia desestructurada (valga la redundancia), tres generaciones –padre, hijo y sobrino–, buscarán una justificación a su vacía existencia. Cada uno desde su tiempo, dibujan la evolución de la historia de una Norteamérica frecuentemente poco y mal contada. Trabajo, codicia, soledad, son conceptos que conviven con la muerte, el hedonismo o el desencanto, en una evolución marcada por las ausencias.

Punto y aparte para el personaje y la interpretación de Patrica Neal, aportando el contrapunto femenino, que desde su neutralidad de sirviente, observará escéptica el singular espectáculo, lamentablemente sin poder aportar una mejor perspectiva. En una interpretación más que espléndida, la parquedad de diálogos se ve ampliamente superada con la expresión de su sola presencia en la pantalla.
Una de las películas recomendables, de un director, que a pesar de la seriedad de sus trabajos, quizá deba más su reconocimiento a su frecuente colaboración con Paul Newman, que a su voluntariosa, aunque irregular obra.
Quiero ver el film, es de las pocas de Newman que aun no veo y me llama mucho la atencion… Ya caera!
Saludos
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