Recuerdo a Icíar Bollaín como actriz adolescente en su primer trabajo, aquella ya lejana “El Sur” de Víctor Erice. No fue mal comienzo, ni mal maestro.
A mitad de los noventa, comienza su carrera como directora de la mano de Fernando Colomo con ¿Hola estás sola?, una comedia –y un poco más– en la que se intuía quizás demasiado la mano del productor.
Desde entonces, periódicamente nos obsequia con su cine social valiente y medidamente sutil. Aún cuando hoy el cine social esté fuera de la pomada fashion, “Flores de otro mundo”, “Te doy mis ojos” y “Mataharis”, nos hacen tomar conciencia de problemas cotidianos, sin histrionismos, en voz baja pero contundente.
Mi poco disimulada admiración por esta directora, me hacía esperar con impaciencia su nuevo trabajo “También la lluvia”. Con un temor: había sido concebido, financiado y parido de cara a la promoción que significan los Oscar.
De entrada, con el clásico recurso del “cine dentro del cine”, enfrentando la realidad con la ficción, deja claramente en evidencia la relativa importancia del arte, frente a la necesidad de supervivencia, “la poesía concebida como un lujo cultural”. No empezamos mal.
Como argumento principal, trata de exponer el colonialismo de los imperios, ayer y hoy. Busca el paralelismo entre las invasiones españolas en las americas de hace quinientos años, y la sistemática explotación actual de los países menos desarrollados por las multinacionales extranjeras. El ejemplo real utilizado con una empresa norteamericana, podía haber sido también con Telefónica, Repsol, Santander…, claro, aunque mejor no.
El presupuesto reducido de su filmografía habitual, pasa ahora a una producción considerable. Icíar Bollaín responde, responde con media película espléndida, magnífica, apabullante. Pero, con otra media que le viene un poco grande. El film se vuelve algo reiterativo, quizás técnicamente no avance bien alrededor de su doble propuesta, para terminar decantándose por la solución más previsible.

La concesión al cash, con un folletinesco final, acaba confundiendo la historia de la ocupación de las indias, con un don Quijote melodramático. Y es que aquí, parece que somos así, un poco prepotentes.
¿Está en el mismo caso que el del argentino Pablo Trapero y “Carancho”? ¿Acabarán todos los directores, productores, actores, bailando al son de la industria americana?.
Los que puedan, sí.
Los que puedan y quieran. Ahora me has hecho pensar en el final, y no lo recuerdo bien. Pero la película en si me encantó, completa. Me pareció super valiente, aunque tenga mucho presupuesto. Claro que tu eres más … pretencioso en lo simple quizá. Tendré que volver a verla para recordar ese final, que tu criticas. Pero para mi era rendonda. Todos hablamos mucho, hasta que las papás queman, eso recuerdo de la peli. Y la cosa esta que hablabamos el otro día en help, que es antes y que sigue siendo ahora. Lamentablemente. ¿Cuánto habrá podido hacer la peli por ellos? mmmm creo que nada. creo que el cine todavía no tiene esa fuerza para conmover lo suficiente para cambiar actitudes. Me incluyo. Soy de una generación atemorizada. Los locos revolucionarios quedaron antes de mi, y sus cuerpos nos dieron miedo a todos nosotros. Por eso, no puedo más que palabras. Y no me excuso eh.
Me gustaMe gusta
Casualmente la volví a ver la semana pasada y me ratifico en lo que escribí cuando la ví en el cine. Un final que sobra, que adula tanto a unos y a otros, digno de cualquier telenovela. Muy propio del guionista (y pareja de Icíar Bollaín), Paul Laverty. El resto del film sobresaliente.
Me gustaMe gusta