Tanto desde foros de aficionados como profesionales, resulta sorprendente –o no– el aluvión de posts, blogs, links, críticas, reseñas, comentarios y demás jerga, que han acompañado al estreno del primer film de Alejandro González Iñárritu en su nuevo estado de “divorciado”.
Como a mi en particular, Biutiful me dejó frío, y no porque no hubiera calefacción en la sala, que la había, lo mejor que se me ocurrió fue rebuscar la película de Guillermo Arriaga –el otro consorte separado–, que había dirigido en 2008 “Lejos de la tierra quemada”, y que por cierto me pasó desapercibida en su momento, o directamente no pasó. De cualquier forma con menos pompa y boato que ahora la de su ex.
Sin entrar en valoraciones precipitadas –o sí–, lo primero que me llama la atención del film de Arriaga, es la asombrosa continuidad con los anteriores realizados en pareja. Hasta tal punto, que podríamos recomendar: “Si te gustaban las películas de Iñárritu, sigue viendo las de Arriaga”.

El film conserva el personal montaje anacrónico típico del guionista, con sus continuos saltos en el espacio y tiempo, obligando al espectador a recomponer la historia continuamente, como un entretenido puzzle, efectivo pero… un tanto infantil.
La trama ahonda en los demonios que devoran la conciencia del ser humano. Pero de forma claramente metafórica, a través de sus historias entrecruzadas y provocativas, poco convencionales y nada creíbles. Pura imaginación literaria. Pero el infierno interior que viven sus protagonistas, sí puede ser asumido por el espectador, a poco que se deje llevar por las “licencias poéticas” del director.
Sin embargo, Iñárritu en Biutiful, ya lo dijimos, aporta una dosis –o sobredosis– de realismo absolutamente veraz, pero el resultado no termina de llegar a la altura, o más bien a la profundidad, que cabía esperar. Paradójicamente, en muchos casos, capta mejor la sensibilidad del espectador las fantasías de uno, que las realidades del otro ¿Expresionismo abstracto? ¿O me lo acabo de inventar?
Resumiendo, tras el enfrentamiento de egos, parece ser que motivado por la autoría de Babel, el cine ha perdido otro equipo único. Y aprovecho para recordar al inigualable guionista Rafael Azcona, que hizo equipo con quien hubiera que hacer equipo, siempre con humildad y desde la sombra de la profesionalidad.

¿Recuerdan los enfrentamientos inter-egos de aquellos cuatro muchachos de Liverpool? Sí, mataron la gallina de los huevos de oro. Las “balas perdidas” de Londres, aún están ahí, medio siglo después… viejos, eso sí.
No parece muy inteligente pues, creer ser los primos de dios en la tierra.
Pues visto lo visto, me apunto lo de «La tierra quemada» para verla cuando haya ocasión.
Los egos…difíciles de sujetar y más cuando hay aplausos de por medio.
Saludos!!
Me gustaMe gusta