DIRECTOR: Rohmer, Eric
PAIS: Francia
AÑO: 1998
DURACION: 106 min
INTERPRETES: Marie Riviere, Beatrice Roman, Didier Sandre
Si la filmografía de Rohmer se basa, en su gran parte, en equívocos y malos entendidos, en éste, su último cuento de las cuatro estaciones, –correspondiente al otoño–, se concretan directamente en mentiras y manipulaciones. Mientras que sus casualidades “pascalianas”, aquí resultarán un azar, trabajado y buscado.
Lo primero que nos sorprende en este, nunca mejor dicho, otoñal film, es la recuperación –evidentemente intencionada–, de dos de sus actrices más carismáticas, Marie Riviere y Beatrice Romand. Las muchachas que representaran a las jovencitas de antaño, (“La mujer del aviador”, “El rayo verde”, o “La rodilla de Clara”, “La buena boda”) ahora protagonizan este cuento en una magnífica madurez, que nos revela el paso del tiempo en la obra y en la persona del ya anciano director galo.
La película, como siempre, dispuesta en forma de deliciosa comedia, abandona a sus habituales jóvenes, para centrarse en dos de sus “ex-jóvenes”.
Magalí, (Beatrice Romand) una mujer viuda, entrada ya en la cuarentena, se ve inmersa en una crisis de soledad, al ver independizarse sus hijos del hogar materno. La vida en el campo y la dedicación exclusiva a su familia, le han hecho perder el contacto social, y ahora, ve con dificultad rehacer una relación sentimental, que empieza a echar en falta.
Su mejor amiga, Isabel (Marie Riviere), sin su consentimiento y en su nombre, pondrá un anuncio en la sección de contactos del periódico local. A través de éste conocerá a un hombre en situación parecida a la de Magalí, por la que se hará pasar en una pícara y peligrosa argucia. A partir de aquí, una vez entablada con éxito la relación, el problema será deshacer el engaño con el mejor tino.
Resuelto el enredo con un final deliberadamente feliz, Rohmer parece encontrarse encantado contando historias juveniles en personajes veteranos.
En esta película, que si no es la última del realizador, ya que continúa produciendo todavía a estas alturas, sí que cierra su colección de ciclos, y parece cerrarlos de la manera más optimista que lo ha hecho en su filmografía.
A pesar de la malicia con la que siempre ha etiquetado a las personas adultas, este final, no sugiere, como en otros casos, un inminente fracaso, quizás por las moderadas ambiciones de sus personajes.
Aunque, tampoco un futuro ilusionado. La compañía, la amistad o la camaradería, parecen sustituir con el paso del tiempo, como objetivos vitales, a la pasión, el deseo o los amores juveniles.