DIRECTOR: Pasolini, Pier Paolo
PAIS: Italia
AÑO: 1967
DURACION: 94 min
INTERPRETES: Silvana Mangano, Alida Valli, Franco Citti
Primera película en la que Pier Paolo Pasolini parte de una historia ajena, (Edipo rey y Edipo en Colona de Sofocles, en el siglo V a.c.), y que utiliza como trasunto de su propia experiencia biográfica.
Para entender el cine de Pasolini, cada vez más, se hace imprescindible el conocimiento de su propia historia, dada la implicación personal con sus traumas y sus conflictos reflejados en su obra cinematográfica. Así pues, es probable que el abordar este escabroso tema de la mitología griega, venga a representar el enfrentamiento, a modo de psicoterapia, con la obsesión de sus propios fantasmas.
El guiño hacia el ámbito personal de Pasolini, se hace evidente al desarrollar la historia, tanto en tiempo presente, como en la época precristiana. El film comienza en la Bolonia de los años veinte (lugar y fecha de nacimiento del director). Una joven pareja acomodada, tiene su primer hijo. Como es habitual, el sentimiento materno, dejará en un segundo plano del matrimonio al elemento masculino. Los celos de éste, al ver perderse la relación femenina (la esposa como sustituta de la madre), harán desear la muerte de su propio hijo (el hijo sustituto del marido).
El film se trasladará drásticamente a la época griega, para continuar con la trascripción del texto clásico. Así, el pequeño condenado a muerte, por motivos del azar, salvará la vida y, según el mito, acabará realizando los temores del padre, esto es, será asesinado por su propio hijo, y éste lo reemplazará como esposo de su propia madre.
La obra pues, plantea dos problemáticas concadenadas: el hecho edípico en sí mismo, y la voluntariedad o, por el contrario, ineludible predestinación de su culminación.
Por una parte, el papel que representan los cónyuges en la estructura familiar que nos dictan las normas del clásico matrimonio como fundamento de la familia, en la que la figura del padre permanece como un mero instrumento necesario, desde la procreación, hasta el abastecimiento material, pero muy distante de la relación afectiva materno filial, por la que finalmente será sustituido.
Un papel aceptado y resignado en base a una cultura establecida, en la que engañosamente aparece el macho como sujeto fundamental, pero paradójicamente, susceptible de ser expulsado, a la menor adversidad, del seno familiar. Hecho claramente diferenciado en sociedades ancestrales y tribales de características primitivas, en la que el matriarcado es aceptado como la ley natural de la especie.
Por otra parte y en calve metafísica, Edipo obra siempre, –según el clásico–, guiado irremediablemente por el destino, que parece ha de regir la vida del hombre. La propia lectura de la historia, probará todo lo contrario. Si bien el azar marcará el camino del joven, en realidad, será su ignorancia, el desconocimiento de sí mismo y de sus orígenes, lo que verdaderamente le hará tomar decisiones no deseadas, abandonándose a la suerte, a falta de una mayor información. Siempre acabaremos en el sitio al que nos hayamos dirigido, aunque no sea en la forma y en las circunstancias preferidas.
Cinematográficamente, hay que destacar la impresionante estética realista con la que es representada la mitificada civilización griega, en las antípodas de los films comerciales de aventuras grecorromanas, cargados de lujos y oropeles deslumbrantes. La localización en pleno desierto magrebí, una dirección artística acorde con una época más cercana a la prehistoria que a Hollywood, hacen por sí sola una notable obra digna de todo respeto.