DIRECTOR: Kubrick, Stanley
PAIS: USA
AÑO: 1960
DURACION: 180 min
INTERPRETES: K. Douglas, Jean Simons, L. Olivier, T. Curtis
Dentro de la nuevas generaciones que a final de los cincuenta, romperán con la simplicidad y la ingenuidad de sus maestros (bien es cierto, que muchas veces era impuesta e inevitable), aparece un Stanley Kubrick, que sin abandonar el concepto industrial de Hollywood, incluso alineándose junto a los amantes de las obras faraónicas (blockbusters), intentará demostrar que las superproducciones no están necesariamente reñidas con la dignidad artística, e incluso, pueden ser vehículo de radicales ideas sociales. Con sus tres horas de proyección, “Espartaco”, viene a recoger este intento de compaginar ambos intereses: el comercial y el cultural.
Apoyándose en un extraordinario guión, del perseguido Dalton Trumbo, en una clara y doble lectura, el filme se convierte en una llamada a la rebelión de las masas oprimidas (esclavos, marginados, obreros,…) contra cualquier poder autoritario. A su vez, es una abierta defensa del dialogo democrático, frente a las dictaduras militares. Aunque, de momento, el amargo, aunque esperanzador final, nos indique que las utopías todavía tendrán que esperar, no sé cuantas generaciones.
Pero esta lectura, desde el punto de vista puramente de guión, observada desde su puesta en escena, pierde gran parte de su fuerza. De una parte, la espectacularidad y la perfección técnica del director, da como resultado un filme espléndido, técnicamente hablando, aún a costa de dejar en un segundo plano las progresistas intenciones del guionista.
Por otra parte, el hecho de que el productor fuera el propio Kirk Douglas, a la vez que se imponía como protagonista, con su acostumbrada sobre-actuación, y sabiendo de su afición a intervenir innecesariamente en la labor del director, a favor de su lucimiento personal, hace que “Espartaco”, finalmente, esté más cerca de la clásica historia de romanos, comercial y lujosa, con la que estaba familiarizado Douglas, que de la reivindicación histórica de libertad, que pretendía transmitir Tumbo. En medio, Kubrick, fascinado por la estética.
Me llevé un gran chasco al saber que Kirk Douglas fue el gran artífice de esta película. Y es que mi interés por Kubrick era fundamentamente por Espartaco. Como dices, la película pierde su carácter reflexivo en favor de la espectacularidad de las batallas. Pero si esta película la ves cuando eres niño, como fue mi caso, podría afectarte tanto para considerarla una obra de culto. Braveheart, que vi ya en la adolescencia no me llegó ni la cuarta parte. Y eso que tanto uno como otro luchaban por la libertad. Un saludo.
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