DIRECTOR: Browning, Tod
PAIS: USA
AÑO: 1932
DURACION: 64 min
INTERPRETES: W. Ford, L. Hyams, Olga Baclenova y personajes reales
Un género, que procedente de las novelas por entregas, no puede faltar en el panorama del cine comercial, es el dedicado al “terror”. Tanto en el período del mudo, como con la llegada del sonido, y hasta nuestros días, este tipo de cine se ha convertido sistemáticamente en uno de los recursos habituales para el periódico saneamiento económico de las productoras.
En principio, como en la mayoría de los estilos, el cine se limitaba a copiar el ingenio más o menos acertado de los novelistas. No obstante, poco a poco, este género ha llegado a producir filmes de gran interés, ha consagrado a directores y actores, y sobretodo, ha dado nuevos impulsos a los mitos que continúan perdurando a través del tiempo. Los Dracula, Frankestein, la Momia, o tantos otros, deben sin duda su longevidad al fenómeno de la gran pantalla.
Ya desde la pasada época muda, quien más brilló en este escaparate de engendros de la imaginación, fue un aventajado alumno del maestro Grffith, llamado Tod Browning, quien asumió con gran acierto los recursos del expresionismo, para dignificar un género decididamente populachero y comercial.
Si su éxito más reconocido ha sido sin duda, la recreación del conde Dracula; desde el punto de vista creativo su trabajo más importante, es su alucinante película “Freaks” (monstruos), traducida al castellano como “La parada de los monstruos”.
El original argumento, se desarrolla en el mundillo del circo, donde convive el éxito de las bellísimas estrellas del momento, con las «repulsivas» representaciones de personas con graves deformaciones, que se convertían a sí mismos y a sus desgracias en morbosas atracciones.
En el film, Hans, uno de los enanos del circo, se enamora de la diva del espectáculo, ésta percibida de su seducción, decide seguir el engaño al infortunado admirador, con el fin de burlarse y posteriormente deshacerse de él para apoderarse de su dinero. El descubrimiento de la trama por parte del resto de la “troupe”, desencadena la solidaridad de sus amigos, para, en una terrible venganza, castigar a la frívola estrella.
A pesar de su maestría en las caracterizaciones de sus fenómenos, una de las constantes de Tod Browning en la dirección de sus películas, fue el que nunca permitió que esas transformaciones ocultasen una sensible personalidad minuciosamente estudiada en sus personajes. Probablemente, aunque únicamente se buscase la alucinación y la morbosidad del espectador, este respeto psicológico por sus protagonistas, hace cobrar una vigencia absoluta a “Freaks”, destinada inicialmente a entretener a las exigencias más modestas.