Las noches de luna llena

las-noches-de-luna-llena.jpgDIRECTOR: Rohmer, Eric
PAIS: Francia
AÑO: 1984
DURACION: 102 min
INTERPRETES: Pascale Orgier, Tcheky Karyo

Continua Rohmer su obra, girando siempre a los mismos postulados, la falta de lucidez –o de valor– para afrontar los distintos caminos que representan los deseos personales y las verdaderas realidades.

En “Las noches de luna llena”, una joven parisina, cuya relación conyugal le resulta una incomoda atadura para su pretendido estilo de vida, distendido y noctámbulo, cree encontrar la culminación a sus sueños adolescentes no realizados, al poder disponer para su uso personal de un apartamento en París, el cual se propondrá simultanear con su vida en pareja, en el extrarradio de la ciudad.

Rohmer nos presenta a la joven Louise, como una mujer inmadura y veleidosa, que utiliza la persona de su novio, Remi, como refugio de una inseguridad, mal disimulada con sus comportamientos caprichosos y supuestamente liberales.

La concepción de la vida en común que tiene Remí, en principio más tradicional, y reivindicando una convivencia más profunda, originará enfrentamientos entre ambos, al temer éste que el comportamiento de Louise acabe en infidelidad y ruptura.

Al joven no le faltarán razones, y Louise terminará haciendo realidad su inconsciente sueño juvenil, acostándose con un seductor joven bohemio, representante de su infantil iconografía masculina.

Una vez satisfecha su necesidad de realización adolescente, (ya destripado el juguete), Louise se dará cuenta inmediatamente, de que su verdadero sitio está junto a Remí, y a media noche –de luna llena–, vagará por la ciudad, en espera de la salida del primer tren que la lleve al cobijo de su incipiente hogar.

Pero a su regreso, como una niña decepcionada pero satisfecha, se encontrará con la sorpresa de que su novio ha encontrado, en su ausencia, a otra mujer más acorde con sus planteamientos conyugales.

Tras un breve disgusto, al igual que la protagonista de “La buena boda”, la inmadura Louise, de inmediato, reanudará su mundo de relaciones superficiales y decorativas, quizás como una autodefensa, ante el fracaso al dar el paso hacia la madurez.

Sabido es el talante católico y poco dado a las revoluciones del director francés, en la que en toda su obra, los temas tratados –siempre referentes a las relaciones entre ambos sexos– reflejan una postura sutilmente progresista, dentro de la armonía que le imponen sus creencias. Su obsesión se centra, una y otra vez, en mostrar los hechos reales que se producen detrás de las posturas ficticias que adoptan sus personajes, dejando las conclusiones al propio espectador.

Pero ahora, quizás Rohmer vaya más allá, el acostumbrado punto de vista neutral (aparentemente), aquí se desliza hacia su parcela, de una forma más concreta.

En “Las noches de luna llena” se hace más clara una crítica, ya no a unas actitudes generalistas, sino hacia una juventud de los años ochenta, lejos de aquellos inconformistas de hacía veinte años, en los que prima el bienestar material y los caprichos personales.

Faltos de una base ética o una postura política, la personalidad inmadura que representa Louise, que se niega a crecer, le plantea la disyuntiva entre la libertad juvenil, junto con la inseguridad y la soledad que conlleva, frente a la estabilidad de un compromiso adulto.

En definitiva, detrás de su ameno relato, de sus personajes singulares o de las vistosas tendencias individualistas de fin de siglo, Rohmer nos está hablando, como siempre a hurtadillas, simplemente de “una buena boda”. Aunque a nadie se le puede negar su derecho a equivocarse libremente.

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