F de Fraude, de Orson Welles

F for Fake

La primera vez que vi «F for fake» del ínclito Orson Welles, debió ser allá por los setenta, y el recuerdo que siempre guardé fue, simplemente, que me aburrí. Después de haber visto y revisto prácticamente toda su obra más representativa, (solo la más representativa, eh), y que por otra parte no es más que una docena de películas, se me apeteció volver a ésta, que había quedado castigada en el olvido, en venganza de mi fastidio juvenil.

En mi opinión el bueno de Orson, tenía más de genial que de maestro, más de listo que de inteligente, y mucho más de vividor que de abnegado trabajador. Esto unido a los problemas económicos que tuvo en sus correrías europeas –quizás por aquello–, hizo que sus últimos trabajos, –los que llegó a terminar–, no pasaran de intentos por epatar a los más epatables, cosa, me parece, que no consiguió. No fue el primero, ni será el último (y no quiero mencionar aquí a mi admirado, y ya un poco pesado, Woody), que arrastra su carrera más allá de lo aconsejable. Pero qué bien hubiera quedado terminando con «Campanadas a media noche«.

«Fraude«, de 1973, ya empieza por ser una recopilación de escenas desechadas de un documental ajeno para televisión (creo que francés, y ni idea de su autor). Dicho documental trataría de denunciar el negocio de las falsificaciones en el mundillo del arte.

Orson Welles, F For Fake

Complementando estas colas con escenas propias, con su propia interpretación, con un montaje a lo cine mudo ruso (que ya nadie lo recuerda), y con un nuevo fraude final para rematar, Orson Welles va más allá de la anécdota delictiva, y plantea en profundidad la verdadera dimensión de lo que llamamos arte, y que quizás no sea más que eso, un fraude. Un fraude consentido por unos –que nos da igual sea lo que sea– y explotado por otros, que solo ven el precio y algún comprador pardillo.

Él mismo, en la confusa maraña visual que monta, se incluye como mago de la mentira,… o de la ilusión. Empezando por su mítica Guerra de los mundos y acabando por una absurda historia erótica, entre Picasso y Oja Kodar, que nos cuela al final de este sarcasmo.

Oja Kodar, el erótico fraude

Si bien la idea es realmente interesante, el oficio de Welles, interesado siempre en experimentar lenguajes, y en rodearse de un halo de misterio –posiblemente para disimular su propio fraude–, hace que el discurso resulte intencionadamente ambiguo por una parte y abiertamente descarado por otra. Nos escupe a la cara lo inocentemente petulantes que resultan(mos) los culteranos de salón.

Después de ver esta película, o documental, o reflexión metafísica, o lo que sea, seguramente, nos quedará para siempre la duda –al que no la tuviera ya– de si el arte en sí mismo es un fraude, un estado de ánimo, o la expresión más sublime,… o simplemente otra vulgar pose social.

De lo que no nos quedará duda, es del calificativo a poner al negocio que rodea todo este falso entramado. Lástima que como película, a pesar de mi buena voluntad, me siga aburriendo cuarenta años después.

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3 respuestas a “F de Fraude, de Orson Welles

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